El Campamento de Don Vitor

Dicen que una persona no muere mientras se la recuerde, y estoy bastante de acuerdo.

Hay personas que pasan por la vida sin mucha transcendencia y otras que dejan profunda huella. A estas segundas es más fácil recordarlas. Con Don Víctor Ortiz de Urrutia estamos en ese caso, su inmensa labor desarrollada en Infiesto, social y religiosa, lo convirtió en una persona inolvidable. Don Vítor fue el Párroco de Infiesto entre 1963 y 1988 y no limitó su actividad a lo meramente eclesiástico, sino que fue mucho más allá volcándose con la juventud y los niños de Infiesto.

Don Vitor

REVISTA PILOÑA

La revista Piloña era una buena plataforma para recordar personas, aunque su alcance no fuera muy amplio. Con Don Víctor ya se hizo allí al menos en tres ocasiones, en 1989 tras su jubilación, en 1994 un repaso de toda su obra realizada, y en 2015 una mención concreta a la Banda de Cornetas y Tambores.

Poco se podría añadir ya a todo lo escrito allí por Pedro Cepeda, Delfín Heredia y Ladislao del Valle en sus colaboraciones mencionadas, así que lo que intentaré hacer aquí ahora será relatar muy brevemente mi experiencia personal en el mundo de Don Vitor como se le llamaba y el efecto posterior que produjo todo aquello en mi vida años más tarde. Y no me refiero a una posible vocación religiosa concretamente sino a lo que a continuación trataré de comentar.

EL CAMPAMENTO

Campamento

El Campamento de Don Vitor era, como ya se afirmaba en aquellas reseñas, la joya de la corona del mundo de Don Vitor. El campamento era el premio veraniego para aquellos que lo habían merecido durante el año.

El marco geográfico donde se desarrollaba era el Concejo de Llanes, y fue Poo de Llanes el lugar elegido para perpetuarlo, junto a esa tranquila playita de fina arena que dispone.

A formar

En mi caso, al ser de origen asturiano pero afincado fuera del territorio astur, era solo el verano el margen que tenía para disfrutar de las múltiples actividades que organizaba el cura. Lejos de poder disfrutar a diario de ese auténtico Club Social que era el Hogar juvenil, y de poder participar en los talleres donde se aprendían oficios, la Banda de Cornetas y Tambores, o la Guardia Infantil de Tráfico (GIT), en las que participaban algunos de mis primos de Infiesto, mi gran y única Baza era el Campamento de verano.

Dos semanas en agosto, con un domingo intermedio como “Día de los Padres” allí que me enrolé con 7 añitos rumbo a Poo de Llanes. Camisa verde, pantalón vaquero, botas chirucas, cantimplora, manta, navaja, linterna, aguja e hilo y cuatro cosas más hasta llenar aquella pequeña mochila. La boina y el brazalete los facilitaba en Grupo Montañero San Fernando que tenía Himno propio.

“Síiii te preguntan quién eres,
Res-pondé con alta voz, alta voz:
soy del Grupo San Fernando,
¡montañero es mi blasón! Mi blasón!
El servicio y sacrificio nuestro lema… “

Descanso

LOS VALORES

Ya desde su propia letra se recalcaban los valores que inculcaba Don Vitor en todas sus actividades.

Aunque el régimen del campamento fue variando con los años, aquellos primeros a los que pude asistir seguían una disciplina muy marcial, con toques de diana y retreta, izado de bandera, mandos, formaciones, revista, novedades, marchas, guardias, orden del día para mañana…

Los “piollos verdes” nos llamaban por allí debido al uniforme verde que vestíamos y dejábamos ver en nuestras continuas marchas y salidas que realizábamos a diario.

La vida en el campamento estaba llena de disciplina, deporte, vida sana, convivencia y mucho compañerismo. Todos los que absorbimos aquello se lo debemos plenamente al cura Don Vitor. Aquellos eran de los momentos más gratificantes del verano en Infiesto sin ningún lugar a duda.

Campamento

MI AGRADECIMIENTO

Toca ya comentar el impacto posterior que tuvo en mi vida la vivencia de aquellos entrañables campamentos. Pues bien, nada más sencillo que echar un vistazo a mis Historias de la Mili, mi paso por la IMEC en los años 1983/84. Aquello fue para mí un “Déjà vu”, algo ya vivido, y el resultado cualitativo fueron mis posiciones en los escalafones castrenses, siempre arriba, número 8 de 188 en el Campamento y sargento galonista en la Academia, número 39 de 600 en Toledo y prácticas de alférez en mi casa, en Valladolid.

Muchas gracias, Don Vitor, nunca te olvidaremos.

4 respuestas a «El Campamento de Don Vitor»

  1. Dicen que de bien nacidos es ser agradecidos, con Don Víctor, estamos siendo muy desagradecidos, se está cometiendo una enorme injusticia condenándolo a un olvido inmerecido, en Infiesto hay muchas huelles de su paso, solo lo sabemos las personas que ya tenemos alguna edad pero con el paso del tiempo, quizás nadie conozca su gran labor ni sepa quien fue está gran persona. Sobran motivos para hacerle un gran homenaje y dedicar un espacio privilegiado de la villa a su persona, espero que está injusticia quede resarcida en algún momento.

  2. Me ha encantado este artículo, que recuerdos y que valores, aunque nuestros padres también nos inculcaban muchos cosas buenas y a mí me ha servido para ser una persona con dignidad, ( ya se que está pasado de moda y que hoy es una palabra hueca), . Don Víctor, hizo cosas maravillosas, que los niños de infiesto, pudieron aprovechar y aprender . Como mujer, l tengo un pequeño reproche y es que a las chicas, no éramos también recibidas como a los chicos, es mi crítica porque así lo percibí. Hoy lo comprendo mejor. Gracias, por todas las cosas buenas que Din Víctor, hizo, dejó en la villa de Infiesto y concejo

    1. Hola Madoli,
      eran otros tiempos, pero hubo varias fases de campamento, y si bien es cierto que en la fase marcial las niñas estaban más bien en la cocina, y a mucha honra, en los campamentos mixtos posteriores ya no era así. Imagina un campamento ahora, con cientos de móviles y las marchas con navegadores gps, otro mundo.
      Muchas gracias por tus comentarios 🙂

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